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Tuve un Citroën Tiburón, el Ds 21. Duró lo que duraban en España estos coches de tercera o cuarta mano, nada. Los talleres no sabían ni por donde empezar. Se lo acabó llevando la grúa municipal en una época en la que decían que querían limpiar las calles de vehículos abandonados -Creo que sólo los que podrían ofrecer algo al bolsillo de los gruistas y garajistas del Ayuntamiento, porque las mierdas siguieron durante muchos años en la calle. Como siempre, la idea no estaba mal, pero permitía la picaresca y así nos fue, y así nos va-.  De la calle salieron entonces grandes coches, camino de un destino tan incierto como el de la cabina de Mercero. Coches de formas diferentes, de diseños equidistantes entre si, que hablaban muy bien de los que los imaginaban y de los que los hacían.

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El mío no estaba abandonado, estaba averiado y esperando a que su dueño ahorrase para volverlo a meter en el taller. Inmisericordemente hicieron caso omiso de mis notas encima de sus notas y de mis sobre notas encima de sus sobre notas y al mes del aviso se lo llevaron, eso que había cinco o siete coches realmente abandonados en la calle y que probablemente todavía estén allí. Era goloso. Intenté evitarlo candando la Sanglas al parachoques para que no se lo pudieran llevar con una moto ajena, pero también la usaba de vez en cuando y en una de esas el barrendero dio el aviso.Todo fue rapidísimo.  No lo pude recuperar, pero ese es otro tema, lo mío con los papeles de los coches. Un desastre. Era color ceniza metalizado con el techo blanco y el «salón» interior tapizado en sky rojo.
Lo echo de menos. Si quieres ver más coches o semovientes, sigue leyendo.